érase una vez, una mujer imperfecta.
una mujer a la que le costaba llamarse a sí misma mujer, porque hace nada tenía veinte, y en su cabeza no cabía el paso del tiempo.
una mujer que siempre fue feliz por naturaleza, pero que ahora sentía que no lo era, que no lo conseguía ser. que le faltaba algo que parecía que nunca iba a llegar.
una mujer con la sensación diaria de remar a contra corriente, de empujar un muro.
una mujer que quería a ese muro.
érase una mujer que dijo basta. que ya no podía más.
que si bien sabía que no iba a cambiar el mundo, sí estaba decidida a cambiar el suyo, porque sino se complicaba levantarse cada mañana.
érase una mujer que empezó a ser feliz, solo por el hecho de pensar en ese cambio.
una mujer que empezó a tomar decisiones. eran pequeñitas, pero le daban sensación de control, y eso le gustaba.
una mujer que se dio cuenta de que no siguiendo su estela, despertaba su interés.
y como la curiosidad nada en busca de novedad, la mujer vio cómo en la pared se abría una ventana, por la que parecía empezar a entrar la luz.
érase una mujer feliz, al saber que su sueño, igual ya no estaba tan lejos.
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