no encuentro nada con qué comparar el brillo en los ojos de mi hija abriendo sus regalos en Navidad, mirando hacia el cielo y diciendo «muchas gracias, Reyes Magos«.
y recuerdo perfectamente la sensación que de pequeña me estrujaba el estómago la mañana de Reyes y la de Navidad, cuando recorría emocionada el pasillo de mi casa, para ver qué me habían dejado ese año.
cierto es que también me acuerdo del escalofrío que me atravesó el cuerpo el día que descubrí la historia. estaba en el pasillo del colegio, tenía 8 años y pico, y se lo oí decir a unas niñas. estaba colgando el babi en el perchero y me temblaba la mano. no me lo podía creer. pero el rumor se fue haciendo cada vez más fuerte y acabé atando cabos.
entonces…
niños en Navidad: ¿ilusión o cruda realidad?
a pesar de que descubrir la verdad fue algo que me impactó, y que recuerdo como si hubiera sucedido ayer, nunca me he planteado no mantener ese secreto siendo madre. y de hecho no me lo planteo, porque creo que es una ilusión que merece tanto la pena vivirse, que se ha de perpetuar.
pero he leído últimamente muchas opiniones en contra de esta tradición, y esto me ha llevado a pensar con calma, como antes no lo había hecho, por qué estoy a favor. padres que defienden que no se ha de mentir bajo ninguna circunstancia a los los niños. o padres con enfoque Montessori, donde la fantasía no tiene cabida. opiniones muy lejanas a la mía. sinceramente, hasta hace poco, ni me imaginaba que nadie se plantease las cosas desde esas perspectivas.
no me llames ilusa
descarto totalmente, eso vaya por delante, el enfocar la tradición como amenaza constante y siempre latente: «recuerda que los Reyes te están viendo» o «si no haces esto, Papá Noel no te traerá nada». eso no.
y si algo he aprendido como madre es que no has de mentir a tus hijos. porque tus hijos aprenden haciendo lo que tu haces. porque para ganarte su respeto, debes respetarles también. … y porque, digámoslo todo, son los que te pillan antes que cualquier otra persona. 😅
pero si he aprendido algo como madre, también, es que la supervivencia del día a día hace que todos los padres, sin excepción, mintamos en algún momento a nuestros hijos. «no, al parque no podemos ir hoy, porque está cerrado». «papá es que no come verduras porque le sientan mal». el que esté libre de pecado, tire la primera piedra. no seré yo.
no me siento preparada para afrontar el momento de la verdad. no sé cuándo va a llegar ni cómo reaccionaré. solo espero que sea lo más tarde posible. porque entre ilusión y cruda realidad, no tengo duda. yo vivo de la ilusión. pero no me llames ilusa.
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