que la maternidad modifica cuerpos es un hecho más que demostrado. nos cambia por dentro y por fuera, a cada una en distintas medidas y proporciones.
miramos nuestro cuerpo ahora y pensamos: «ni sombra de lo que era«. y seguramente sea cierto, que el tiempo pasa y un poco sí que arrasa.
pero también os digo una cosa: la maternidad no tiene la culpa de todo.
a mí me pasa que me digo a mi misma: «hay que ver, con las piernas que tenía yo antes. y la cinturita. y el pelazo». ¿no creeis que a veces idealizamos un poco nuestro recuerdo?
porque cuando me pongo luego a mirar fotos de mi primera juventud (vivo inmersa en la segunda y punto), la cosa cambia un poco. que hemos cambiado, sí. pero que la maternidad no ha convertido a Beyoncé en el Ecce Homo de Borja, pues también, las cosas como son.
hace tiempo que llegué a la conclusión de que realismo ante todo, y que milagros, a Lourdes. y a mi me ha servido mucho.
aceptar no tanto lo que somos, que eso siempre es mejorable, sino lo que no vamos a poder ser.
para no vivir obsesionadas. para ponernos pequeños retos o metas asequibles, que nos permitan alcanzarlas sin frustrarnos por el camino. y sobre todo, viviendo libres de complejos, obsesiones, ataduras a fin de cuentas.
que bastante tenemos con lo que tenemos.
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