son esas sensaciones de «corazón partío» que definen la indefinición en la que vivimos las madres.
- ése no saber si estás dormida o despierta. «the walking dead» está basada en nuestros hecho reales.
- ése no saber si vas o vienes. solo tienes seguro que por el camino te entretienes. porque a eso que decía Chenoa de «cuando tú vas, yo vengo», añade: «y, de camino, he puesto una lavadora, recogido 18 cosas del suelo y recordado que estamos a nada de quedarnos sin leche».
- y no digamos ya, ése saber a qué vas, o por qué vienes, que eso es utopía.
- ése constante «ni contigo, ni sin tí» que sientes hacia tus hijos, según sea la hora del baño, o te acaben de dar un abrazo.
- ése «según me siento, me levanto», que tanto y tan bien nos define. porque es hora de que algún experto evidencie lo que todas ya sabemos: que los niños vienen con un sensor de altura, que mide, en concreto, a la que nuestras posaderas se encuentran de la horizontal.
- ése «dame veneno, que quiero morir«, cuando empiezan a llamar a su padre, la noche que él está de cena y tú te has quedado al mando del triángulo de las bermudas: baño-cena-cama
- ése «si me queréis, irse (y dejarme aquí sola un par de días con sus noches)», que les dirías gustosa cada día, mínimo un par de veces, y siempre pensando en que se fueran de la mano del padre, porque no se pierdan y eso…
y, mención especial entre las dicotomías de la maternidad, es también eso que llamamos «sentimiento de culpa», que en tantos momentos de cada día, nos hace negarnos a nosotras mismas, y no digamos ya si nos preguntan, lo que realmente sentimos o pensamos, porque creemos que no es lo correcto, dada nuestra condición de madre.
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